Una tarde de viernes nos encontramos en una plaza de Córdoba. Hay sillas para unas 50 personas y una pequeña escenografía. Y un cartel “Cirkomanía por el clima. Hoy a las…»
Una tarde de viernes nos encontramos en una plaza de Córdoba. Hay sillas para unas 50 personas y una pequeña escenografía. Y un cartel “Cirkomanía por el clima. Hoy a las 17.00h”. Se acerca la hora y cada vez va llegando más gente.
Se nota que hay expectación. Lógico, al fin y al cabo, tanto quien conoce a los artistas como quien no los conoce, tiene ganas de ver un buen espectáculo de circo – por cierto, en este circo los únicos animales son humanos 😉
Y cada vez llega más gente. Y a los colectivos y personas que organizamos la actividad se nos va notando el entusiasmo al ver a tanta gente.
Este mismo proceso se da en diferentes plazas de la ciudad durante poco más de un mes, no falla: todo colocado y listo para la actuación, un cartel anunciando la hora del espectáculo, público que va llegando – oye, todos los públicos igual,
llegan justo cuando va a empezar, ni un minuto antes, haciendo “sufrir” a la organización – con la expectación dibujada en la cara y los colectivos y personas que organizan cada vez más entusiasmadas.
No es lo único que se repite. A lo largo y ancho de las 6 repeticiones de Cirkomanía por el clima en diferentes barrios de la ciudad se repiten más cosas: las risas, la diversión de espectadores y espectadoras, la incredulidad con la magia del calcetín blanco y el calcetín azul, los continuos aplausos y el buen cuerpo que se nos queda a todo el mundo cuando termina.
Y es que este espectáculo de los Hermanos Moreno – como cada espectáculo de esta magnífica compañía de circo – es divertido, alegre, vitalista… y ecologista. Los artistas hacen malabares de manera asombrosa, recordando que también son malabares lo que los colectivos sociales deben hacer para poder sortear toda la burocracia que se exige para poder organizar actividades en la calle; también juegan con el diabolo, como jugaban en las calles las niñas y niños hace un par de generaciones cuando el espacio público aún era público – con menos coches y veladores y más espacio para jugar y el encuentro ciudadano –; además hacen magia, después de recordar que las calles, parques, etc. debemos mantenerlos limpios, porque no se limpian por arte de magia; y nos recuerdan en el romancero que necesitamos árboles, tiendas de barrio, hacer frente a la emergencia climática…
Como dice el refrán: quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Y arrimarse a disfrutar de Pepe Ciclo y Güili pues… eso, que no se habrá perdido el tiempo.